Sunday, October 30, 2016

Una guitarra que viaja por el horizonte

Haber nacido en una ciudad con paisajes tan imponentes como los de Bariloche me hizo creer que nunca iba a encontrar imágenes que se pudiesen comparar a aquellas que colorearon mi infancia. Poco tardé en rebatir mis impresiones de niñez al conocer la vastedad del territorio que comprende esta indómita nación que es Argentina.
Los martes, recorro con la guitarra a mis espaldas, kilómetros y kilómetros de una ruta forrada por pampas espesas, que no dejan ver nunca el límite al horizonte bonaerense. Es en esa misma ruta, donde las vacas y las ovejas colorean un paisaje que huele a dulce de leche.
Mis días como profesor de música en aquellos parajes rurales se imprimen con fuertes sensaciones. Las postales se recubren de olores, tactos y visiones que no tienen igual.

   La docencia me tomó por sorpresa. Debo admitirlo, cuando salí de la secundaria derechito a estudiar la Licenciatura en Dirección Orquestal no esperaba ni pretendía ser profesor de primaria, de secundaria, ni siquiera, de nivel inicial. Descreí de la valía del oficio del profesor de música; siempre pretendí llegar a lo excelso, lo más alto, lo que creía que era el summum, el pico de una potencial carrera como director. Distintas vueltas me llevaron a empezar a dar clase en programas extraescolares, como el Programa de Coros y Orquestas para el Bicentenario. Hoy tengo el orgullo de afirmar que fueron los niños y ñiñas que poblaron esas escuelas, quienes formaron mi vocación como educador. Fueron sus inquietudes, sus alegrías, sus dudas y certezas lo que hicieron crecer en mí la voluntad de ser mejor educador.

               
                 A partir de revisar mis propios conocimientos, de buscar formas nuevas de transmitir lo aprendido y seguir compartiendo las experiencias que ofrece la música, fui redescubriendo el valor de cosas que antes tenía perdidas en el baúl de la memoria. Hoy en día, todas las enseñanzas que Luis Pescetti ha transmitido de forma tan generosa me acompañan en la guitarra y en la voz; Piojos y Piojitos, María Elena Walsh, suenan también y cada tanto, nos divertimos en el aula con La Payada de la Vaca de Les Luthiers.

                La docencia logra eso, te coloca contra una pared invisible, la cual fue construida por uno mismo y por quienes nos rodean. Esa pared sólo se derriba de una forma: dejando ir los prejuicios y abriendo los ojos y las orejas para dejar pasar por uno la enseñanza más importante, que es la que pueden darnos nuestros alumnos.

Apéndice:
Materiales Online que me gusta compartir sobre la experiencia educativa
El Aula Global y el Maestro Moderador
Entrevista a Luis Pescetti en Aprender de Grandes


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