Friday, March 24, 2017

Mas que chamamé, asado y vino.

La cita fue en el pasado diciembre, ya hace bastante tiempo atrás, pero el recuerdo de una gran multitud entonando junto al acordeón la melodía compuesta por Luis Alberto Spinetta, sigue firme en la memoria. En aquel mes, el Chango Spasiuk ofreció un recital de música de su autoría, y de sus reflexiones sinceras expresadas con un humor modesto y muy certero. Así como sonó la versión instrumental de Seguir viviendo sin tu amor, el concierto se nutrió del material del último CD del compositor y acordeonista, Otras Músicas, el cual recopila las composiciones realizadas para cine y otros proyectos audiovisuales a lo largo de su carrera.


Hace tiempo ya que el Chango se ha convertido en un referente del folclore argentino y en un pilar de la música instrumental. Asistir a un concierto suyo es volver a presenciar como la música se convierte en una experiencia en sí misma, con matices, claroscuros y un virtuosismo que no nace de  la técnica, si no, de la expresión y de la emoción. Busca lo que buscaban tus abuelos, dijo el Chango en otra ocasión, frente a los alumnos de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de Misiones. Además de ser un compositor ávido y nutrido por la tradición, el Chango se afirma como un pensador y un comunicador de la música. Hay algo en su pensamiento que se asemeja a los antiguos mandatos budistas, esos que claman en busca de la experiencia del presente, el aquí y ahora. También, ese pensamiento brega por recuperar la experiencia personal del arte, la transformación a través de la escucha, de la interpretación. La música, dice él, ya no es algo que tiene que el oído físico, si no que la música se convierte en una construcción donde participan muchas partes del cuerpo del hombre, donde aparece el recuerdo de la experiencia.        

La reflexión conduce a una interpretación más profunda, y escuchar las palabras del Chango Spasiuk parece un acto revelador. Ver su figura esbelta, despojada, con el acordeón en el regazo transmite naturalidad y tranquilidad a quien lo ve. Al escucharlo, se presta atención a alguien que cuestiona lo impuesto y basa su pensamiento a partir de la inquietud, de la exploración, y eso en la música se convierte en improvisación y curiosidad por nuevos lenguajes, por correr el horizonte un poco más lejos. La experiencia se convierte en un hecho intenso, que se nos graba la memoria y tal como afirma el Chango, no se puede perder lo que se ha vivido intensamente. Así, se configura una pequeña introducción al conmovedor Mi pueblo, mi Casa, mi soledad. Ese mundo sonoro que ofrece la posibilidad de estar a salvo del mundo que nos rodea.