Saturday, December 27, 2014

Direcciones

Dediquemos unos instantes a hablar sobre los directores de orquesta.
¿Qué es lo que hacen?
Una explicación sencilla y hollywoodense sería algo así como que, los directores son sujetos similares a los magos y que en vez de una varita usan una batuta. También, al igual que los personajes de Harry Potter, los directores viven en un mundo envidiable al cual, el común de los mortales no tiene acceso. El resto, al igual que la magia, es incomprensible.

La dirección orquestal, al igual que muchos oficios milenarios, surgió por una necesidad. Cuando la música europea en el siglo XVIII conoció las particularidades de la música de Beethoven, el rol del director comenzó a tener más preponderancia y empezó a conformar el sitio que ocupa en la actualidad. Si bien en Francia ya existía la figura del líder de conjunto, en los tiempos de Lully y Rameau, el rol del director se consolidó gracias a la figura de Mendelssohn durante el romanticismo alemán. A partir de ese momento la dirección conoció sus grandes exponentes como Wagner, Mahler, Strauss, Toscanini, von Bülow, Furtwängler, y así la lista continúa hasta la actualidad. De los directores que tenemos constancia, no todos dejaron registros escritos y varios de ellos dejaron grabaciones históricas que sirven de referencia. Aquí se arma un quiebre entre aquellos directores que hicieron escuela, y que se interesaron por enseñar el oficio a las nuevas generaciones y por aquellos que se conformaron en llegar al panteón eterno.

La dirección orquestal es una de las disciplinas musicales que más relación tiene con el universo visual. Los instrumentos musicales poseen técnicas que son propias de cada instrumento y que no poseen correlatos exactos con otras disciplinas (si bien se valen de imágenes o de otros tipos de conocimientos, cada instrumento posee una técnica “propia”). En cambio, la técnica de la dirección se basa en una premisa, la creación de gestos físicos que puedan reflejar visualmente características de la música que será interpretada. Aquí tenemos entonces, dos aspectos que exceden a la música y sin embargo inciden en ella, el control físico, y la expresión visual. Un director debe poder expresar físicamente aquello que quiere que la música comunique. En otras palabras, el director constituye y consolida su propio lenguaje visual para conducir el significado musical.
Otras cualidades también hacen a los directores, tales como el carisma, el manejo de los grupos humanos, y como cualquier músico, la capacidad y profundidad interpretativa que éste pueda tener.
Una característica que no es necesaria, pero que forma parte de la profesión, es el ego. Casualmente (o no tanto), los directores poseen en su mayoría, un alto nivel de ego y de manera directa o indirecta, el estima propio que debe tener un director es alto. Basta imaginarse a uno mismo frente a un grupo de más de treinta personas, donde cada decisión conlleva una responsabilidad, y una probabilidad, grande o pequeña, de errar en cada nueva decisión tomada.
Entonces, los lenguajes que un director debe manejar son el musical, el visual, el verbal, el corporal. Todo esto transforma a esta mítica profesión en una disciplina de estudio difícil de abarcar.

A la hora de juzgar o evaluar a un director, la mayoría de las personas emiten su veredicto en pos de lo que han visto, o sea, en base a los movimientos que realiza un director. Aquí entra en juego si es amable a la vista lo que se ha visto, si los movimientos son armónicos y mesurados, entre otros factores que suman a una combinación personal y única de cada espectador. Veamos el ejemplo de Herbert von Karajan, el antiguo director de la afamada Filarmónica de Berlín. Von Karajan, contribuyó con la fama de la que hoy goza la orquesta gracias a su gran sentido para los negocios y su versatilidad para moverse dentro de los ambientes artísticos. Paradójicamente, von Karajan, quien fue considerado como la tesis quasi perfecta del director de orquesta durante el siglo XX, era el director que no se comunicaba visualmente con los instrumentistas, pero que sí era el director al que todo el mundo observaba. Y de esto, von Karajan era bien consciente.

Cuando vemos a un director de orquesta, muchas veces nos dejamos llevar por su pasión arriba del podio, y por su compromiso corporal con respecto a lo que la música transmite. Es por eso que los directores que suelen ser entusiastas en escena y aquellos que transmiten con las expresiones de su rostro suelen ser mejor recibidos que aquellos que se preocupan por el manejo exacto de los gestos en desmedro del desempeño artístico. Acaso, la técnica de la dirección orquestal consiste en adquirir gestos económicos que permitan a los directores a soportar los largos programas de conciertos o las jornadas maratónicas de ópera.
Finalmente, los directores de orquesta terminan siendo como jugadores de fútbol. Hay algunos que nos gustan más por su juego, limpio, honesto, cooperativo con el equipo. Y los hay, que a cinco minutos de terminar el partido se iluminan y hacen vibrar a las multitudes con un gol en solitario. En el rubro, los hay para todos los gustos y acaso lo que cuenta no es llegar a ser genuino y honesto con la profesión, si no saber llevar los gustos ajenos y saber acomodarse dentro de un mercado artístico.
Por momentos, ver a un director puede asemejarse al hecho de ver una película sobre magos. Puede que el mundo comience y acabe, a la vez, dentro de sus manos.


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