Sunday, October 11, 2015

El debate ausente

2015, año de elecciones en Argentina. Se debate mucho, pero sobre pocos temas y con grandes ausencias de tópicos en la discusión política. Algunos aspirantes a los próximos cargos vacantes hablan sobre un abanico más grande y variado de temas que otros. Los temas de siempre, más polemizados acaparan la agenda y ofuscan temas más escabrosos y quizás, más definitorios que los candidatos y candidatas esquivan, tal vez, con motivo de no pronunciarse para evitar perder votantes indecisos.
Al fondo de la bolsa, quedan los temas de educación y cultura. La agenda se marca sobre los temas más sensibles a la opinión pública, y a veces, como forma de ataque a los gobiernos oficialistas. Se habla mucho de temas de seguridad, tráfico de drogas, corrupción, pero se esquivan las preguntas sobre economía. Parece que todas las respuestas darían un mal sabor de boca a los candidatos, y pocos se atreven a llegar a esas costas tan lejanas.

Nuevamente, el arte parece estar fuera de las definiciones de los gobiernos entrantes. Si bien, la huella y el camino que ha allanado el saliente gobierno nacional sí da mucho para debatir e incluso, para reconocer. La creación del Ministerio de Cultura, la ley de Medios, la apertura del Centro Cultural Néstor Kirchner, el programa de Orquestas Infanto Juveniles, son algunos hitos que han aireado a muchos sectores culturales, que se vieron beneficiados en gran medida y que aún necesitan de mayores estructuraciones e incentivos debido a que son actividades que no generan ingresos económicos ni mueven valores de mercado, que además las políticas de turno suelen ignorar por su fragilidad y profundidad logística y por el poco redito que generan en materia política. Claro que no todo es color de rosa, ya que muchos de estos logros se ven amenazados por la falta de condiciones óptimas en la contratación de muchos trabajadores o los ataques mediáticos sufridos a varios de los nuevos sectores culturales surgidos en los últimos años.

Hay quienes tratan la cultura como si se tratase de una sección prime time, y por momentos da dolor y asomo de lágrimas a muchos, la presencia de los candidatos a ocupar el famoso sillón de Rivadavia en programas como Showmatch o en la mesa de almuerzos más famosa del país. Acaso, la cultura, identidad y valor i
ntrínseco de una nación, muchas veces es ignorada y rezagada al fondo de una lista de necesidades que no son menos importantes para el bienestar de la población, pero que no merecen un trato preferente en desmerecimiento de otras. Se habla de vecinos, de argentinos, de compañeros, pero se desconoce la identidad de esas personas, las características que los hacen únicos y aquello que forja su identidad cultural.
Tanto la inversión, como la desinversión en el campo de la cultura no tienen sus efectos de un día para otro, ni tampoco arrastran corridas bancarias o pánico en el electorado, pero sí afectan a la educación general que a largo plazo, pasarán factura.

El arte y la cultura tienen tanto que ofrecer al bienestar de un país, al desarrollo intelectual de sus habitantes, y más que nada, al desarrollo de sus capacidades creativas e inventivas. Acaso, la similitud del arte con el juego, es tomado como un problema en vez de una ventaja. Como si la inventiva, el ingenio, la improvisación y las formas “poco convencionales” de relacionarse y actuar, fuesen un problema ante lo “convencional” y “establecido”.
Sorprende el pliego de los políticos, por ej. a la visita de un artista como Daniel Barenboim en Argentina, que pregona por la difusión de las actividades musicales en favor del diálogo entre diferentes naciones y religiones. La música favorece el diálogo entre personas, más allá de  sus diferencias políticas o religiosas, esa es la tesis de Barenboim. Hay un sector de la política que pareciese hacer oídos sordos a las palabras de quienes son sus invitados. El diálogo sólo se genera ante una cámara sin micrófono.
El poder de los medios de comunicación es enorme, y por eso mismo se entiende la importancia de los candidatos de estas elecciones de usar esos circuitos ya consolidados. También, al aparecer en los medios, se ratifican los símbolos televisivos y la cultura del prime time y del rating.

La problemática del arte y su función dentro de la sociedad es un debate que siempre estuvo presente en la historia de la civilización humana, y puede que nunca deje de estarlo. Lo que puede sorprender tal vez, no es la escasa amplitud del debate sobre estos temas en el panorama de las elecciones presidenciales, si no, incluso, la ausencia de ideas como una táctica de desconocimiento  al estilo “De eso no hablamos, porque nuestros problemas son más importantes”. Y eso nos lleva a preguntarnos, si la crisis es grande, si nuestras ideas están tan socavadas ¿no podríamos probar nuevas medidas?               
Como cita Oliver Sacks en su libro Musicofilia, los cerebros de las personas que se estimulan en su niñez muestran cambios en su actividad que las personas que no tienen ese estímulo no logran.

¿No vale la pena reforzar y mejorar las políticas de inclusión social por medio del arte? ¿Acaso no sería importante reforzar la tarea del arte, de la expresión y de la creatividad dentro de los colegios?

Para clarificar el asunto deberíamos realizar una supuesta radiografía cultural, y examinar el perfil cultural de cada candidato. Esto nos daría pistas e incluso, podríamos forjar un perfil certero sobre el rol que le atribuyen los candidatos a la cultura, y específicamente al arte. Basta recordar algunas perlas como los reconocimientos culturales a bandas de rock, los grandes recitales con las estrellas del momento, sean en una ciudad o en la costa bonaerense. El problema no es el género ni el estilo, porque el arte vale para todo y no hay que caer en juicios de valor que no vienen a cuento. La cuestión radica en cómo el arte puede ser usado como una herramienta política, y no cualquier arte, sino ciertas partes de éste que sirven para alcanzar a la mayor parte del electorado, como si se tratase de publicidad. La política aquí actúa como adquisidora de símbolos. Existe el arte, que compone el corpus cultural de un sector de la población, y al utilizarlo, la política se sirve de ello para mimetizarse y alcanzar a ese sector.

 Nos quedan muchas más preguntas y aun así las respuestas que tenemos son pocas e insignificantes. Nos queda la crítica y la observación con juicio y perspectiva. A manera de rezo podríamos decir que podemos seguir buscando hasta llegar al momento en que el arte transforme la política, y que no sea de la forma inversa. Que un electorado formado y concientizado del valor del arte dentro de la sociedad y de la cultura pueda defender la posición y la importancia de ésta.
No nos queda mucho más que mirar el horizonte y actuar porque el mañana se parezca mucho más a lo que nuestros sentidos y emociones nos muestran.



Referencias:
Sobre la política y su relación con los medios audiovisuales:


Sobre las propuestas de los candidatos a Presidente:  
                http://queproponen.com.ar/argentina/#propuestas

Sobre la precarización laboral en el Programa de Orquestas:

Musicofilia, Oliver Sackz.

Ed. Anagrama, Barcelona, 2009.
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

1 comment:

  1. Permiso! creo que uno de los grandes problemas, más allá de si hay o no hay cultura en la educación, es que cuando la hay, ¿qué importancia y peso se le da? ¿Cuáles son los contenidos? ¿Qué valor tiene al lado de matemáticas? Éstos y muchos otros problemas, son mucho mas profundos y añejos...son problemas de ética, de valores de la sociedad argentina al menos, no sé el resto.
    Creo que hasta que el arte no tenga el mismo peso que matemáticas, no importa cuántas clases de música tengas, no va a tener un gran valor.

    ReplyDelete