2015, año de elecciones en
Argentina. Se debate mucho, pero sobre pocos temas y con grandes ausencias de
tópicos en la discusión política. Algunos aspirantes a los próximos cargos
vacantes hablan sobre un abanico más grande y variado de temas que otros. Los
temas de siempre, más polemizados acaparan la agenda y ofuscan temas más
escabrosos y quizás, más definitorios que los candidatos y candidatas esquivan,
tal vez, con motivo de no pronunciarse para evitar perder votantes indecisos.
Al fondo de la bolsa, quedan
los temas de educación y cultura. La agenda se marca sobre los temas más
sensibles a la opinión pública, y a veces, como forma de ataque a los gobiernos
oficialistas. Se habla mucho de temas de seguridad, tráfico de drogas,
corrupción, pero se esquivan las preguntas sobre economía. Parece que todas las
respuestas darían un mal sabor de boca a los candidatos, y pocos se atreven a
llegar a esas costas tan lejanas.
Nuevamente, el arte parece
estar fuera de las definiciones de los gobiernos entrantes. Si bien, la huella
y el camino que ha allanado el saliente gobierno nacional sí da mucho para
debatir e incluso, para reconocer. La creación del Ministerio de Cultura, la
ley de Medios, la apertura del Centro Cultural Néstor Kirchner, el programa de
Orquestas Infanto Juveniles, son algunos hitos que han aireado a muchos
sectores culturales, que se vieron beneficiados en gran medida y que aún
necesitan de mayores estructuraciones e incentivos debido a que son actividades
que no generan ingresos económicos ni mueven valores de mercado, que además las
políticas de turno suelen ignorar por su fragilidad y profundidad logística y
por el poco redito que generan en materia política. Claro que no todo es color
de rosa, ya que muchos de estos logros se ven amenazados por la falta de
condiciones óptimas en la contratación de muchos trabajadores o los ataques
mediáticos sufridos a varios de los nuevos sectores culturales surgidos en los
últimos años.
Hay quienes tratan la cultura
como si se tratase de una sección prime time, y por momentos da dolor y asomo
de lágrimas a muchos, la presencia de los candidatos a ocupar el famoso sillón
de Rivadavia en programas como Showmatch o en la mesa de almuerzos más famosa
del país. Acaso, la cultura, identidad y valor i
ntrínseco de una nación, muchas
veces es ignorada y rezagada al fondo de una lista de necesidades que no son
menos importantes para el bienestar de la población, pero que no merecen un
trato preferente en desmerecimiento de otras. Se habla de vecinos, de
argentinos, de compañeros, pero se desconoce la identidad de esas personas, las
características que los hacen únicos y aquello que forja su identidad cultural.
Tanto la inversión, como la
desinversión en el campo de la cultura no tienen sus efectos de un día para
otro, ni tampoco arrastran corridas bancarias o pánico en el electorado, pero
sí afectan a la educación general que a largo plazo, pasarán factura.
El arte y la cultura tienen
tanto que ofrecer al bienestar de un país, al desarrollo intelectual de sus
habitantes, y más que nada, al desarrollo de sus capacidades creativas e
inventivas. Acaso, la similitud del arte con el juego, es tomado como un
problema en vez de una ventaja. Como si la inventiva, el ingenio, la
improvisación y las formas “poco convencionales” de relacionarse y actuar,
fuesen un problema ante lo “convencional” y “establecido”.
Sorprende el pliego de los
políticos, por ej. a la visita de un artista como Daniel Barenboim en
Argentina, que pregona por la difusión de las actividades musicales en favor
del diálogo entre diferentes naciones y religiones. La música favorece el
diálogo entre personas, más allá de sus
diferencias políticas o religiosas, esa es la tesis de Barenboim. Hay un sector
de la política que pareciese hacer oídos sordos a las palabras de quienes son
sus invitados. El diálogo sólo se genera ante una cámara sin micrófono.
El poder de los medios de
comunicación es enorme, y por eso mismo se entiende la importancia de los
candidatos de estas elecciones de usar esos circuitos ya consolidados. También,
al aparecer en los medios, se ratifican los símbolos televisivos y la cultura
del prime time y del rating.
La problemática del arte y su
función dentro de la sociedad es un debate que siempre estuvo presente en la
historia de la civilización humana, y puede que nunca deje de estarlo. Lo que
puede sorprender tal vez, no es la escasa amplitud del debate sobre estos temas
en el panorama de las elecciones presidenciales, si no, incluso, la ausencia de
ideas como una táctica de desconocimiento
al estilo “De eso no hablamos, porque nuestros problemas son más
importantes”. Y eso nos lleva a preguntarnos, si la crisis es grande, si
nuestras ideas están tan socavadas ¿no podríamos probar nuevas medidas?
Como cita Oliver Sacks en su libro Musicofilia, los cerebros de las personas que se estimulan en su niñez muestran cambios en su actividad que las personas que no tienen ese estímulo no logran.
Como cita Oliver Sacks en su libro Musicofilia, los cerebros de las personas que se estimulan en su niñez muestran cambios en su actividad que las personas que no tienen ese estímulo no logran.
¿No vale la pena reforzar y
mejorar las políticas de inclusión social por medio del arte? ¿Acaso no sería
importante reforzar la tarea del arte, de la expresión y de la creatividad
dentro de los colegios?
Para clarificar el asunto
deberíamos realizar una supuesta radiografía cultural, y examinar el perfil
cultural de cada candidato. Esto nos daría pistas e incluso, podríamos forjar
un perfil certero sobre el rol que le atribuyen los candidatos a la cultura, y
específicamente al arte. Basta recordar algunas perlas como los reconocimientos
culturales a bandas de rock, los grandes recitales con las estrellas del
momento, sean en una ciudad o en la costa bonaerense. El problema no es el
género ni el estilo, porque el arte vale para todo y no hay que caer en juicios
de valor que no vienen a cuento. La cuestión radica en cómo el arte puede ser
usado como una herramienta política, y no cualquier arte, sino ciertas partes
de éste que sirven para alcanzar a la mayor parte del electorado, como si se
tratase de publicidad. La política aquí actúa como adquisidora de símbolos.
Existe el arte, que compone el corpus cultural de un sector de la población, y
al utilizarlo, la política se sirve de ello para mimetizarse y alcanzar a ese
sector.
Nos quedan muchas más preguntas y aun así las
respuestas que tenemos son pocas e insignificantes. Nos queda la crítica y la
observación con juicio y perspectiva. A manera de rezo podríamos decir que
podemos seguir buscando hasta llegar al momento en que el arte transforme la
política, y que no sea de la forma inversa. Que un electorado formado y
concientizado del valor del arte dentro de la sociedad y de la cultura pueda
defender la posición y la importancia de ésta.
No nos queda mucho más que
mirar el horizonte y actuar porque el mañana se parezca mucho más a lo que nuestros
sentidos y emociones nos muestran.
Referencias:
Sobre la política y su relación con los medios audiovisuales:
Sobre las propuestas de los candidatos a Presidente:
Sobre la precarización laboral
en el Programa de Orquestas:
Musicofilia, Oliver Sackz.
Ed. Anagrama, Barcelona, 2009.
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Permiso! creo que uno de los grandes problemas, más allá de si hay o no hay cultura en la educación, es que cuando la hay, ¿qué importancia y peso se le da? ¿Cuáles son los contenidos? ¿Qué valor tiene al lado de matemáticas? Éstos y muchos otros problemas, son mucho mas profundos y añejos...son problemas de ética, de valores de la sociedad argentina al menos, no sé el resto.
ReplyDeleteCreo que hasta que el arte no tenga el mismo peso que matemáticas, no importa cuántas clases de música tengas, no va a tener un gran valor.