“¿Quieren el teatro total?”
Así comenzaba Mauricio Kagel
una conferencia dictada en los Cursos Internacionales de Música Contemporánea
de Darmstadt, Alemania, un lugar que ha sabido ser el epicentro de la discusión
sobre la composición contemporánea del siglo XX.
Kagel marcó una amplia
diferenciación entre el teatro total
y la ópera, tratando de ampliar el género en busca de nuevos espacios y
lenguajes, hacia los costados inexplorados por sus antecesores.
Momento paradójico vivimos
ahora en el siglo XXI, lejos de la concepción teatral de Kagel, pero donde la
ópera busca reavivar inquietudes en el público y sus gestores tratan bien, de
alejarla a los nuevos públicos o bien, de acercarla, en carácter formativo y
pluralista.
Fue reciente la noticia en ElPaís, donde remarcaban la exitosa temporada vivida por Broadway, meca del
musical (o calle de oro del teatro),
acaso un hermano “menor”, y que goza de
más popularidad y salud hoy en día, que la ópera. La sorpresa radica en el
hecho de que, mientras las grandes casas de ópera se ven obligadas a difundir
sin tregua sus programaciones, a realizar puestas en escenas atractivas para
públicos que no están familiarizados con el género, y en muchos casos, con la mala
economía de la que goza un género de alto grado de costos. Midiendo en términos
capitalistas, el musical es un éxito y la ópera un fracaso, en base a sus
ingresos y su rédito económico. Así se podría decir que la ópera es un fracaso
y el musical, un suceso.
Tanto el teatro musical, como
la ópera o la comedia musical, pertenecen al género teatral y poseen tanto música como
escena en sus características, pero no son exactamente lo mismo. O en todo
caso, sus públicos no son los mismos.
Podemos observar diferentes
gestiones, y diferentes esfuerzos en la escena operística de la Argentina. La
actual temporada del Teatro Argentino se anima a buscar nuevos públicos para un
género que en anteriores años no ha podido captar la atención suficiente como para
llenar su sala. La pregunta en este caso sería si errores de antiguas gestiones
obligan a replantear la organización de un ente estatal, que funciona en base a
los impuestos de toda una provincia. El Teatro Colón, trabaja en otra vereda,
acaso más tradicional. Entradas a valores altos con mayor recepción del público
en los títulos “tradicionales” y sala a medio llenar en los títulos que suponen
una novedad. El parámetro cambia, cuando se habla de logro artístico o de logro
económico. La ópera, tanto como el arte en sí, en términos
políticos, resulta más una incógnita que una respuesta.
Por lo pronto, la pregunta de
Mauricio Kagel sigue vigente, y como decía Fígaro, en la célebre ópera que
Mozart y Da Ponte supieron moldear “Para
terminar felizmente y a la usanza teatral, una escena matrimonial, ahora haremos seguir”.
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