La actualidad de los teatros
públicos y cómo la política se refleja en el arte.
Actualmente en la Argentina se
vive con una extraña expectación el clima electoral que se genera en pos de las
elecciones presidenciales del próximo año. Dejando de lado a varios partidos y
candidatos, gran parte de la atención se la llevan los pre-candidatos Daniel
Scioli y Mauricio Macri, respectivos gobernantes de la provincia de Buenos
Aires y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ambos territorios cuentan con la
característica en común, la de poseer los coliseos más potentes y activos del
ambiente musical del país, el Teatro Colón y el Teatro Argentino.
Las diferencias entre estos
teatros son varias. Uno, es el emblema de la lírica de todo un país, poseedor
de una acústica proverbial; el otro, orgullo de una ciudad, es muestra de la
tradición y de antiguos tiempos de grandeza de la provincia más poblada y
poderosa de todo el país. Tanto en la política como en los teatros (acaso otra
forma de hacer política), podemos observar la dualidad y el enfrentamiento de
los candidatos y sus gestiones.
El Colón actualmente continúa
la ininterrumpida gestión de Pedro Pablo García Caffi como director artístico.
Junto a Marcelo Lombardero, ex-director artístico del Argentino, supieron
mantener durante años una curiosa y supuesta rivalidad con la cual, pasaron cada
uno respectivamente por las administraciones de ambos teatros. De esta
contienda, sólo García Caffi se mantiene en pie en la actualidad, ya que
Lombardero debió dejar el ring luego de que la crisis en la provincia supusiera
el zenit del vaciamiento del presupuesto cultural y el colapso sindical
ocasionado por el empeoramiento de las condiciones de contratación del personal
artístico del Argentino.
Luego de la salida de
Lombardero a comienzos del 2013, el coliseo platense naufragó por aguas
tempestuosas hasta mediados de agosto de este año, en el que asumió Valeria
Ambrosio, no sin varias controversias mediante. Ambrosio es una probada
directora de comedia musical y su experiencia regenteando un teatro o con el
género lírico era nula al momento de su designación.
Con el escenario descripto, podemos adentrarnos en la cuestión.
El último título lírico presentado en el Colón fue Elektra, de Richard Strauss y actualmente, el Argentino se encuentra representando de Giacomo Puccini, Tosca (al momento de esta nota, el Colón estrenará Madame Butterfly también de Puccini). Ambas producciones poseen una característica muy particular en común, los directores de la puesta en escena son, en efecto, los directores artísticos de cada teatro; García Caffi en Elektra, y Ambrosio en Tosca, que en este caso constituye su debut en el género lírico.
Ambos títulos presentan también
puntos en común en cuanto a sus libretos y al estilo compositivo. Por ejemplo,
en el caso del argumento, la fuerte impronta psicológica, casi freudiana, que
presentan sus personajes. En Elektra todo es perverso, dentro de un escenario
desprovisto de esperanza alguna donde todos sus habitantes están sumidos en una
patética desesperación. Aquí la puesta supo representar un escenario fijo con
grandes estructuras cónicas, y con contados cambios, bajo el propósito de no
entorpecer la acción (postulado así por su director en una entrevista). La
iluminación fue el único recurso que aportó al estatismo reinante en el
escenario, reforzando los momentos claves de la acción, como cuando se produce
la ansiada venganza, el fondo se tiñe de rojo, acentuando el asesinato fuera de
escena típico en la tragedia griega.
En el caso de Tosca, la
situación es diferente. Sobre el escenario se erigen varias pantallas las
cuales sirven para proyectar los fondos diseñados digitalmente. Estos fondos no
solo cambian según las indicaciones de sus autores, sino que además, aprovechan
los cambios anímicos en los personajes y en la acción para cambiar la gama de
colores y fondos proyectados (una
especie de teoría de los afectos multimedia). La iglesia se vuelve gris y monocromática cuando Scarpia
irrumpe la escena y exige el Te Deum ante la multitud extasiada; cuando Cavaradossi
canta las virtudes del amor, se proyectan planos detalle de su amada, y así
sucesivamente. Por momentos se proyectan planos reales, por momentos digitales,
y éstos tienen un dudoso grado de pertenencia con lo expuesto en escena, ya que
los rasgos de los personajes proyectados no se condicen con los de los cantantes,
y también, la calidad de los fondos y decorados, bien podría haber salido de un
videojuego realizado hace una década. Las características de las proyecciones
sumadas al uso de la iluminación, por momentos dignos de una discoteca, nos permiten
observar la influencia de su pasado en producciones de musicales de la
directora escénica.
La puesta en escena de Tosca
transita momentos bien logrados, que acompañan el talante del argumento, y por
otros, recorre sitios facilistas, como queriendo volver un poco más amigable la
trama y yendo de acuerdo con algunos preceptos planteados por Ambrosio. La
directora, en una entrevista concedida a Ámbito Financiero declaraba sus
intenciones de acercar el Teatro Argentino al público general, entusiasmar a la
desconfiada población a volver a una sala que se ha visto muy perjudicada por
las problemáticas de una gestión. En ésta misma entrevista, la directora asumió
algo que era sabido públicamente, que el Argentino se encuentra aquejado por los
problemas edilicios y por la falta de presupuesto. El teatro cuenta con una
imponente estructura que se ha deteriorado lentamente y que las antiguas
gestiones no han sabido mantener en condiciones dignas. Es por eso que este año
se han dado episodios tales como la cancelación de actividades y evacuación
completa de las instalaciones por una fuga de gas.
En el caso del Colón, si bien
se ha dejado en el recuerdo su restauración, la gestión de García Caffi se ve
teñida por los reclamos de los cuerpos estables, y por la utilización para
espectáculos y eventos externos que poco tienen que ver con la programación
habitual del teatro. Aquí interceden los altos mandos de la jefatura porteña,
ya sea para designar a Tom Cruise como personalidad destacada, o para realizar
la gala de Los Elegidos.
En el caso del Argentino, el
gobernador Scioli ha utilizado las instalaciones para el acto de lanzamiento de
su candidatura presidencial. En medio de una situación paradójica, el gobernador
utiliza como punto de partida un teatro que ha resultado ser uno de los eslabones
institucionales más perjudicados durante su gestión. Sobre la capa visible, el
gobernador planteaba las bases de su proyecto, y en el fondo, más allá del
subsuelo, el sitio se cae a pedazos.
Cada teatro tiene sus propias problemáticas y esta situación también repercute en ambos candidatos. Tanto Scioli como Macri demuestran lo que la cultura representa para su proyecto político, acaso un accesorio o meramente una lavada de manos y cara. Con mayor o menor atención, relegan la administración de los sectores culturales a sus equipos, algunos colmados por asesores y por contadores que creen saber mucho de espectáculos y entretenimiento, pero poco de cultura.
Cada teatro tiene sus propias problemáticas y esta situación también repercute en ambos candidatos. Tanto Scioli como Macri demuestran lo que la cultura representa para su proyecto político, acaso un accesorio o meramente una lavada de manos y cara. Con mayor o menor atención, relegan la administración de los sectores culturales a sus equipos, algunos colmados por asesores y por contadores que creen saber mucho de espectáculos y entretenimiento, pero poco de cultura.
Mientras Macri mantiene un
público de elite, pudiente, y casi el único (sin contar a los turistas) que es
capaz de pagar por una platea lo mismo que muchas personas gastan para
alimentarse durante un mes, el Argentino se debate por escapar a una profunda
crisis que casi lo sume en la inactividad.
Tosca y Elektra concluyen de maneras similares, con el retorno de sus principales leitmotiv, el de Scarpia y el de Agamenón. Elektra, conforme ante el ajusticiamiento de los asesinos de su padre y sin motivos ya para seguir con su desdichada existencia, se quita la vida. Tosca, acechada por sus perseguidores y devastada por el engaño de Scarpia y la muerte de Mario, se abalanza sobre el abismo mientras perjura “O Scarpia, Avanti a Dio!” (Oh Scarpia, ante Dios). En la puesta que se podrá ver a partir de hoy en el Teatro Argentino, la musa se enfrenta a su destino mientras la escena y el resto de sus personajes quedan suspendidos en el espacio tiempo. En estos tiempos electorales, la audiencia se debate al igual que Floria Tosca, entre la acción y la inacción, entre ser espectadores de la debacle y la crisis de las administraciones de los teatros públicos, o propiciar y generar un marco crítico para la actividad de los teatros públicos.
*Las fotografías son de Arnaldo Colombaroli y Guillermo Genitti.
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